sábado, 4 de mayo de 2013

La Carabina de Cervantes #16: Epílogo

La última vez que vi a Torcuato Villalba fue en los Campos de Marihuana que plantaron hace dos décadas en sustitución de unas improductivas vides. Torcuato observaba perderse las plantaciones más allá del horizonte mientras me hablaba, cómo no, de su amada Canterbury colonial. Aunque él no se enteraba, a estas alturas, las intermitencias se habían agravado hasta llegar a puntos en los que desaparecía durante horas. Aquel día, desapareció por última vez y no regresó jamás. Esperé tres días a que regresara; y tres veces esos tres días; y tres días más. Pero nunca más volví a ver a Torcuato.

Sin Torcuato entre nosotros, las cosas se derrumbaron a los pocos días. Crossroads Radio, libre de amenazas de duelo, rescindió el contrato que nos unía de la noche a la mañana. La mansión fue embargada poco después. Los monos, confusos y sin un amo al que servir, se metieron en política y ahora hacen como que hacen algo en el Congreso de los Diputados. Yo, pobre de mí, tuve que huir a la capital en busca de suerte y ahora me vendo al mejor postor en la Calle Montera. Sueño despierto con el día en que alguien me ofrezca un trabajo y un sueldo decente.

Al loco Torcuato siempre le gustaron los Campos de Marihuana. Aún hoy, vengo todos los sábados a embriagarme del olor del lugar. Me acuerdo entonces de aquellos hermosos días de vasallaje, surrealismo y cuentos. Luego: la vertical.

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