Cuando enseñamos el cuento de esta semana a Torcuato, este se sintió tan identificado con el protagonista de la historia, que tuvimos que esconderle el florete para que no se le ocurriera hacer ninguna locura. Y eso que Torcuato es de los que tapan y no de los que son tapados. Nos amenazó con denunciarnos a la Inquisición acusándonos de herejía, brujería y desacato y que él mismo se encargaría de ejecutar la segura sentencia de muerte con la que nos condenarían. No sin temer por nuestras cabezas (nunca mejor dicho), logramos mantenernos firmes hasta que Torcuato olvidó esta situación y se encaprichó con otra cosa.
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