El circo ha llegado a la ciudad. Todos los padres llevan a sus hijos a ver a los leones y a los watusis gigantes. A cambio, se llevan de regalo sacos de piojos que se pegarán los unos a los otros en el próximo día de colegio. Torcuato detesta a los payasos y tiene que hacer serios esfuerzos para no sacar la Carabina y empezar a cazar tigres. Pero tiene, sin embargo, un serio respeto ante los magos, porque es incapaz de comprender cómo son capaces de hacer lo que hacen. Los observa desde la distancia y teme que usen sus habilidades para engañarle. Yo le digo que no hay ningún misterio en lo que hacen, que todo son juegos de manos. Ante esta afirmación, Torcuato me pegó una colleja y después de llamarme "pillastre malhablado", me quitó al "Gran Capitán" de las manos y me mandó a buscar su nueva capa al arrabal.
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